miércoles, 2 de septiembre de 2009

pensando las instituciones Butelman

Comentarios sobre el texto “Pensando las instituciones” (de Ida Butelman (comp.)

Por Daniel Brailovsky

 

     El libro [Butelman, Ida (comp.): “Pensando las instituciones”, Paidós, Bs. As., 1998].se compone de varios capítulos, escritos por diferentes autoras y vinculados entre sí por las temáticas pero no correlativos, es decir que tienen sentido en sí mismos. Dada esta estructura del libro creí apropiado hacer un análisis comparativo de los capítulos basándome en el significado (no unívoco) que se le atribuye en cada caso a algunos  conceptos relevantes.

      A continuación entonces desarrollo este trabajo analizando cada capítulo por separado y tomando como ejes: la concepción del conflicto, la perspectiva desde la que se mira y se construye el objeto (perspectiva epistemológica) y las diferentes categorías teóricas propuestas por las diferentes autoras para comprender la institución.

 

1) ESPACIOS INSTITUCIONALES Y MARGINACIÓN (Butelman)

 

     Butelman, quien además de ser autora de este capítulo es la compiladora de los demás trabajos y la ideóloga de la publicación, se sitúa en el rol de “psicopedagoga institucional” y al referirse a su lugar teórico habla de sí misma como “institucionalista”. Se entiende que su objeto de trabajo se centra en las “problemáticas” o los conflictos de las instituciones. Considera a la psicopedagogía institucional como “un modelo teórico-práctico que permite una indagación, un diagnóstico y una elaboración de recursos para la solución de problemas en situaciones de carencia, conflicto, crisis, en instituciones educacionales”.

 

     Para la autora, el abordaje desde un lugar del saber es limitante y reconoce, desde el punto de partida, las fragmentaciones a que se someterá: “(...) las hipótesis surgidas sobre la base de un modelo teórico tienden a la comprensión selectiva de las situaciones, a causa de los alcances y los intereses teóricos de los propios conceptos con los que se indagan sólo algunos aspectos de la realidad, ya que tal teoría deja otros afuera por no problematizarlos”.

 

     Un término que nos interesa definir entonces es el conflicto. La autora lo aborda desde su carácter emergente, como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a desentrañar la naturaleza de los vínculos, de la experiencia de los actores. Ella dice que

 

“en toda situación de conflicto se produce un escape hacia espacios imaginarios (individuales) que dificultan la emergencia de datos procedentes de los observables, aumentando la necesidad profesional de inferir e interpretar”.

 

     Con respecto a la incidencia de condicionantes estructurales, o agentes (externos o internos a la institución) que pueden tener incidencia, Butelman describe a la institución como un sistema complejo que sitúa a las instituciones en una continua pugna: “en primer lugar con ese contexto social con el fin de mantener un cierto equilibrio entre las propias necesidades de supervivencia y las exigencias provenientes de los distintos centros de poder que las atraviesan; y en segundo lugar, con la exigencias y presiones procedentes de los deseos y las necesidades de los integrantes de cada institución”. Es decir que el conflicto se vive entre la institución y el afuera y también al interior de la propia institución, en el primer caso se trata de un conflicto por el control de las decisiones, y en el segundo de un conflicto por la significación de los actos.

 

       Se infiere del texto la propuesta de una postura de distanciamiento entre el institucionalista y la institución, a los efectos de conservar cierta “objetividad”, es decir: para entender un proceso institucional es necesario mantener una “distancia perceptual que nos permita pensar con palabras específicas insertas en un paradigma científico, que remita a ese proceso y nos ubique en la distancia justa”. Y señala que la pérdida de tal distancia puede consistir en un acercamiento emocional, en cuyo caso se distorsionaría la percepción del objeto. Esta distancia define entonces su postura desde lo “epistémico”.

 

    En la emergencia del conflicto, entonces, Butelman propone observar. ¿Y observar qué? Su propuesta se centra en el lenguaje, y propone dos niveles distintos de comprensión desde el discurso. Estos son:

 

Niveles de comprensión de lo institucional desde el lenguaje:

®    “...un primer nivel de datos desde los observables, en los aportes verbales que los consultantes dicen y especialmente quieren decir, (...) todo aquello en lo que los consultantes especialmente necesitan ser escuchados”. En este tipo de discurso se define el NIVEL DE LO MANIFIESTO.

 

®    “...un nivel subjetivo, de lo que no se dice, de lo que se dice mal y se oye mal, de lo que parece que se quiere decir pero se distorsiona, , de los miedos, de los sufrimientos vinculares que a veces priorizan la agresión”, que es el NIVEL DE LO LATENTE.

 

   La obvia extracción psicoanalítica de estos términos y su correlato con los niveles manifiesto y latente de los sueños, por ejemplo, en la obra de Freud, se confirma con la postura propuesta para el psicopedagogo institucional: la interpretación. El institucionalista describe lo que ellos dicen que está pasando, en palabras de la autora: “enuncia con sus palabras; su mirada funciona como un organizador situacional, creando el espacio real”.

 

2) RECUERDOS PERSONALES. MEMORIAS INSTITUCIONALES (Alicia C. de Mezzano)

 

   Para Mezzano el área de conocimiento desde la que se aborda lo institucional es la psicología institucional, que se describe metafóricamente como una tolva (una tolva es una especie de  embudo). De esta manera es considerada “un continente que selecciona, clasifica, integra conceptos originados en otras disciplinas, con toda la riqueza que los recipientes o continentes tienen para moldearlos interdisciplinariamente, dándoles un cariz conceptual particular, diferente”.

   Sin embargo, más allá de la interdisciplinariedad necesaria, su enfoque es básicamente un enfoque diacrónico, histórico.

    Partiendo de la idea de que la sociedad reproduce sus síntomas en la escala organizacional, es decir que las instituciones padecen o reflejan los mismos padecimientos que la sociedad y manifiestan síntomas similares, el propósito es “obtener un mapa de la vida social argentina a partir de las exploraciones institucionales”. Esta idea me remite, muy en otro plano, a la operación que hace Vigotsky al estudiar el habla interna (es decir el pensamiento verbal). Como ésta es inobservable en sí misma, trabaja sobre el habla espontánea (egocéntrica) de los preescolares ya que atribuye a la misma propiedades similares.

    Así como Vigotsky entiende el habla egocéntrica como un espacio que guarda la función del pensamiento, Mezzano entiende las instituciones como “reservorios sociales de recuerdos individuales que constituyen una trama social”, la que considera valiosísima desde una temática particular: la memoria institucional”.

 

    Allí donde Butelman veía la necesidad de crear dos niveles de comprensión del lenguaje, Mezzano considera que es preciso crear dos vertientes de la memoria a descubrir. Puesto que “(...) metodologías diversas deben combinarse, en tanto algunas nos permiten acceder a datos acerca del objeto social colectivo y otras, a los recuerdos personales. (...) nos dedicamos así a encarar metodológicamente esta doble vertiente de lo sociohistórico y de la subjetividad individual de los consultantes”. La memoria de los sociohistórico y la memoria individual, entonces,  convergen en la institución, y todo eso conforma la memoria institucional.

    En lo práctico y metodológico, son dos vertientes de datos:

 

®    los documentos fundacionales y actuales reglamentos, estatutos, actas, artículos periodísticos, afiches de difusión, etc.

®    los testimonios orales de los integrantes de la institución

 

    ¿Sería atrevido profundizar el paralelo con la propuesta de Butelman y proponer un parentesco entre los documentos fundacionales como discurso manifiesto de la institución y los testimonios orales como lenguaje latente? En definitiva, hay en esta revalorización de lo oral y lo individualREF una intención, sino interpretativa, al menos hermenéutica desde el punto de vista epistemológico.

 

    En la concepción que propone Mezzano el conflicto se inserta en el complejo sistema que instaura la memoria, y está encarnado por el olvido: instituir el olvido por represión personal y social trae sus consecuencias en la vida institucional:

 

a)en la convivencia social es productor de ruptura vincular, particularmente de los vínculos solidarios, propiciador de conflictos expresados con fuerte carga de violencia como contracara del desinterés social o la pasividad;

b)en el psiquismo personal produce desligamientos psíquicos diversos.

 

    Allí donde Butelman sostenía que el institucionalista describe lo que los actores dicen que está pasando, enuncia con sus palabras; su mirada funciona como un organizador situacional, Mezzano propone otro lugar para el institucionalista. Éste es quien “instala un dispositivo para narrar, relatar, oír los relatos mutuos de las historias institucionales, creando así redes colectivas de memoria compartida” Esta función de recordar conjuntamente propicia condiciones para la convivencia y “posibilita crear un momento de encuentro con la memoria del otro, corrigiendo los propios imaginarios y/o corroborándolos”. Allí donde Butelman proponía organizar la situación significando desde la interpretación, Mezzano propone llegar al mismo propósito, pero de otro modo: recordando juntos lo que pasó.

 

3) ACERCA DE LAS INCERTIDUMBRES Y LAS BÚSQUEDAS EN EL CAMPO INSTITUCIONAL (Marta Souto)

 

    En el texto de Marta Souto (autora de “Hacia una didáctica de los grupal”, hermoso libro cuya previa lectura me hizo abordar esta nueva producción de la autora con mucho interés) aparece, respecto de los anteriores, una perspectiva diferente, tanto en la construcción de un lugar para el institucionalista como desde la propia definición del conflicto. En los dos trabajos anteriores el psicólogo, el psicopedagogo institucional, el institucionalista, el investigador... debían tomar una cierta distancia para no implicarse demasiado y conservar cierta dosis de objetividad. Aquí, en cambio, la implicación es asumida como necesaria para la recorrida por lo que Souto llama la trama institucional “no sería posible sino desde la implicación del investigador. La trama en la investigación se teje entre los hilos ya anudados en la institución y otros nuevos que el sujeto que investiga aporta desde la visión, el enfoque, el interés, y el deseo de conocer que la misma rama suscita, con la ayuda de dispositivos teórico-metodológicos definidos”.

 

    Si los enfoques anteriores habían sido interpretativos, hermenéuticos, asentados sobre la palabra que debe ser escuchada y traducida o simplemente compartida, esta propuesta adopta una perspectivas epistemológica más amplia y de algún modo abarcativa de las anteriores, la de la complejidad. Esta perspectiva plantea “la comprensión del mundo actual y sus sucesos sin reduccionismos ni simplificaciones. Es decir, asumiendo la confusión, el desorden, la oscuridad y también el orden en lo real, y buscando al mismo tiempo modelos que faciliten la comprensión, la elucidación a través de un pensamiento complejo que no la mutile”.

 

   Toma en parte lo interpretativo al asignarle una lógica extradiscursiva al discurso que escucha (y pide escuchar, es una situación artificial) y en parte lo histórico al evocar relatos del pasado. Un ejemplo que explica ambos procedimientos está en el momento en que Souto compara el relato de los distintos actores acerca de la institución: cómo recuerdan que era en el pasado y cómo creen que es en el presente. Así, compara la percepción de los procesos de cambio por parte de los distintos actores.

 

   El conflicto se define como desfasaje en las percepciones. Está presente aquí ese pasado que debe recordarse de un modo consensuado que proponía Mezzano, pero está utilizado desde otro lugar, entendido como catalizador de la formación de sub grupos que convierten a la institución en un espacio donde conviven (y entran en conflicto) distintas realidades en pugna. Si quisiéramos emparentarlo con el trabajo de Butelman, se podría decir que ésta es una de aquellas situaciones en que el conflicto tiene lugar al interior de la propia institución, y es un conflicto por la significación de los actos, en este caso los actos del pasado.

 

4)LA CUESTIÓN INSTITUCIONAL DE LA EDUCACIÓN Y LAS ESCUELAS (Lucía Garay)

 

   En este último trabajo aparece con fuerza una definición de la institución por oposición, desde una necesidad de diferenciarse (la institución) de otros colectivos sociales. Si los enfoques anteriores se caracterizaban por sus matices desde lo epistemológico, lo que se pone aquí en cuestión es un aspecto ideológico.

   Cuando Lucía Garay dice que “la institución es algo más que el discurso que enuncia sobre sí misma”, quiere decir que la escuela se ha construido históricamente sobre un escenario de luchas por la definición de un rol, de una función, de un estilo, y que si bien esas luchas cristalizaron en definiciones, otros modelos de escuela quedaron en el camino. En palabras de la autora: “ilusiones, expectativas y personas quedaron extramuros. No obstante, desde esa periferia, también constituyen su identidad aunque más no sea como falta o como fracaso”.

 

   La postura de este trabajo es ir al recate de esas alternativas, y como “punta de lanza” encuentra un recurso en la distinción “institución – organización”. Puesto que esta dicotomía ha sido explícitamente propuesta como eje de trabajo para esta materia, me parece muy interesante profundizarla, habida cuenta, además que esta autora la toma desde un punto de vista particular. Reproduzco a continuación una cita textual, un poco extensa, pero que creo vale la pena leer completa para luego analizarla:

 

El análisis organizacional tiene la hegemonía y el tratamiento de lo institucional en el encuadre de la formación de recursos humanos. Esta hegemonía se deriva del predominio que en la organización social y del trabajo tiene en el modelo de la gran empresa, la organización nacionalista, informatizada, de la producción; segmentación y flexibilización laboral; la separación entre dirección, administración y producción; los nuevos diseños productivos y las nuevas tendencias de inserción de los sujetos en la organización y el trabajo.” (...) “Los ejes de interés institucional se han desplazado de los proyectos educativos a la organización como meta en sí misma; del sujeto aprendiente y sus procesos, del docente y su trabajo a la eficiencia y la calidad del producto.

 

    Frente a la coexistencia de aspectos de la organización en la institución o viceversa, y en contra de esa mirada de ambas cuestiones (lo institucional y lo organizacional) como complementarias o en relación dinámica, Garay las enfrenta como dos paradigmas enfrentados excluyentes. La organización representa un modelo tecnicista y no abarcativo de cierta dimensión humana, del mundo de la alteridad desde el que es posible entender lo vincular y existencial inherente al carácter integrador de los colectivos sociales, y la institución se define (por el contrario) como un espacio cuya finalidad es la existencia.

 

   Con respecto a esto último, Garay señala que “a diferencia de la organizaciones cuyo objetivo es una producción limitada, cifrada, fechada, las instituciones desempeñan un papel esencial en la regulación social global. Su finalidad primordial es colaborar con el mantenimiento o la renovación de las fuerzas vivas de la comunidad. SU FINALIDAD ES DE EXISTENCIA, no de producción. Por lo anterior, la institución se centra en las relaciones humanas, en la trama simbólica e imaginaria donde ellas se inscriben. Este desarrollo lo toma la autora del psicoanalista francés René Kaës.

 

   En cuanto al lugar del conflicto, como no podría ser de otro modo, Garay lo comprende dentro de esta lógica. La imagen a la que apela para definirlo es la paradoja. Plantea que la institución, para cumplir su función educativa, “necesita de la articulación positiva del vínculo docente-alumno” pero que a la vez se dedica a negarla o a hacerla imposible. ¿Por qué? Porque apela a modos de organizar el trabajo escolar que instalan en alumnos y maestros objetivos fragmentarios, alejados de los intereses “de existencia” de la institución. El docente, por la motivación del empleo y el salario, y el alumno la de la evaluación y la acreditación. Estos mecanismos definen un escenario paradojal que culmina en un conflicto estructural., inherente a la propia escuela.

 

    En cuanto a los conflictos de adentro y de afuera, que vimos en los trabajos anteriores, Garay lo piensa desde la constitución de una institución, su inicio, su fundación. Ésta determina fronteras entre el adentro y el afuera, entre ser y no ser “de” la institución,

 

“se decide sobre los individuos que la integran sobre los extraños; recibe mandatos y demandas; demanda a su vez; genera proyectos, planes, programas; edifica una estructura organizativa, instala procedimientos y rutinas; favorece u obstaculiza procesos de cambios; genera mecanismos y modos de regulación de conflictos; se apuntala en un aparato jurídico-normativo”.

 

     Esta diferencia es propia de un colectivo social, y Garay no encuentra allí la causa del conflicto, sino en los dispositivos que al interior de la institución la lógica dominante instala desde la sociedad toda. En esta idea de la “lógica dominante” reconozco una lectura influyente de la obra de Pierre Bourdieu.

 

 

CONCLUSIONES

 

      Se han desarrollado los análisis comparados de cuatro textos referidos a un mismo tema: las instituciones. Los conceptos salientes que he intentado destacar en cada texto han sido:

 

§         Cómo es concebido el conflicto;

§         qué perspectiva adopta el institucionalista (si es que así decide llamarse, esa es parte de la perspectiva) tanto desde el punto de vista epistemológico como desde lo ideológico, cuando es pertinente analizarlo;

§         qué categorías teóricas construye cada uno para entender ese objeto, la institución.

 

    Los textos se han mostrado diversos en cuanto a esos aspectos y es por eso que luego de leerlos encontré apropiados tales ejes para analizarlos. Soy conciente de que los cuatro coinciden en apartarse de la mirada que abarca tradicionalmente la “gestión” institucional, y que por esa misma razón haber elegido este texto deja fuera otros puntos de vista que ponen el acento en otros aspectos de lo organizacional y lo institucional.

 

   Algunos paralelos encontrados entre los distintos textos (escritos por personas diferentes, en momentos y espacios también diferentes) convierten el trabajo de la lectura en un viaje que trasciende los textos. Lleva esto inevitablemente a la noción de Foucault de la transdiscursividad. Un discurso es un conjunto de enunciados y depende de la misma formación discursiva; lo constituyen un número limitado de enunciados, los cuales necesitan un conjunto de "condiciones de existencia" o de posibilidades. Es esperable que a los discursos se le añada la exterioridad, porque no son totalidades cerradas sino que están llenos de lagunas y recortes y se dispersan siempre sobre otros textos y discursos.

 

    Creo que el punto de relieve más importante que debe destacarse aquí es el encuentro de definiciones en el concepto de CONFLICTO. He podido cotejar:

 

§         El conflicto como una instancia que da lugar a ver o a ocultar, a desentrañar la naturaleza de los vínculos, de la experiencia de los actores;

§         el conflicto encarnado por el olvido;

§         el conflicto como desfasaje en las percepciones, y la institución en conflicto como un espacio donde conviven distintas realidades en pugna, y

§         la paradoja inherente a la institución misma como definición de conflictividad “natural”

  

 


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